miércoles, 11 de septiembre de 2013

Película de Horror

Si tiene el carácter bien templado para las películas de horror, le invito a ver una película que le congelará la sangre y erizará sus cabellos: Su nombre Enlace Ciudadano N.338. Locación de la película, Zumba, provincia de Zamora Chinchipe.

¿Género? Gore. Con abundante violencia y descuartizamiento de las víctimas. El reparto, ahí es el quid del asunto... En el un lado, el hombre más poderoso del país. En el otro un cantautor de delgada y triste figura. En el medio, centenares de funcionarios y público dispuestos a aplaudir y poner cara de éxtasis ante el espectáculo que se escenifica en la tarima, con pantalla gigante de por medio.

Es imposible transcribir en palabras lo violenta de la escena. Faltan los gestos, las sonrisas sardónicas, los temblores y los énfasis de voz que caracterizan al protagonista. Y la escenografía. Al cantautor de flaca y triste figura se lo despedaza en pantalla gigante de última tecnología, con el uso de la última tecnología como es la marca de la casa proveedora de efectos especiales, conocida como Secom.

A riesgo de perder gran parte del color de la escena y de la profundidad de su significado, vale la pena transcribir el diálogo que acompaña al linchamiento del cantautor (y ahpra si cabe la metáfora): "Si este tipo me hubiera hecho una yuca, una seña obscena delante de mi madre o de mi esposa, le hubiera dado tal patada en salva sea la parte, que se hubiera tenido que sentar de oreja el resto del año". Todo esto tras  leer no una sino dos veces, un comunicado de rectificación donde se tildaba al artista popular de "malcriado, mentiroso, violento y agresivo" y pedir a los ciudadanos que se alejen de esa "gente dañada mala" que busca provocar para salir del anonimato" y finalizar, "veámoslos en las calles y rechacémoslos".

El rechazo, obviamente, no era metafórico. Así que ese mismo día se creo en Twitter para dar de patadas, puñetes y hasta mechetazos virtuales a Jaime Guevara, "a palos y machete", como la usuaria @MarisolAbadd. El usuario con el significativo nombre de @MartinBrutal en cambio escribió "#JaimeGuevara donde estés yo si te respondo como un hombre por malcriado."JLopezGye amenazó: "ven a Guayaquil Jaime Guevara, insignificante patán, para que veas como responde un guayaquileño a una seña así". @IsmaelChang en cambio escribió: "#JaimeGuevara ven a provocarme porque yo si te meto puñete con piedra."

Es decir al linchado, había que rematarlo en el suelo. A la muchedumbre, se unió como no podía ser de otra forma, el Señor Secretario de Comunicación, Fernando Alvarado, quien, a través de su cuenta @FAlvaradoE escribió: "#UnPuñeteParaGuevara pone en debate: el obsceno, patán es héroe y el q sugiera q un malcriado merece su "estaquieto"; promueve la violencia".

¿Debate? ¿Rectificación? Qué curiosos conceptos que tienen los actores de esta película sobre estos valores, tan democráticos, en otras bocas.

Pero, hay más: Una de las cuentas que promovió el mencionado hashtag fue la de los jóvenes oficialistas Juventud Alianza PAIS @JuvAlianzaPAIS en donde, junto al mensaje, escribieron frases como: "nosotros no somos partícipes de la agresión física, pero la verdad tampoco dejaríamos que alguien nos irrespete así". Claro la agresión verbal no importa y los insultos al cantor popular, no importan. Por delante está la Majestad de l Poder tan sutilmente expresada en esta película estrenada a escala nacional, en una fecha de ingrata recordación: 07 de septiembre del 2013.

viernes, 6 de septiembre de 2013

La ética de la irreverencia



El otro día escuchaba una charla sobre ética periodística. Sobre los lugares comunes del “periodismo responsable” y cantaletas de ese tipo, se alzó la palabra lúcida Nelson Reascos. Un pensador rara avis que no busca protagonismo, no se ha vendido al poder por un plato de lentejas y mantiene la vista sin los anteojos distorsionadores que, el mismo Marx decía, es la ideología.

Reascos planteaba preguntas centrales al hablar de ética: ¿Hay una sola?  Y, ¿quién decide los valores centrales de esa ética? La conclusión era imposible de controvertir: los valores éticos los determina el poder. Esto es clave, al momento de hablar de ética periodística y más aún cuando el discurso proviene de quienes tienen la sartén por el mango. Según esta visión de las cosas, muchos de los valores éticos que se intentan vender como centrales al periodismo son en realidad sogas con las que se intenta atar una actividad que debe ser esencialmente cuestionadora, crítica, irreverente. Libre.

Discípulo de Arturo Andrés Roig, uno de los filósofos principales de nuestra América, Reascos planteaba que la periodística tenía que ver más con una ética de la protesta que con aquella orwelliana de las “verdades aceptables” y “responsables”. Debemos recordar que justamente uno de los textos más interesantes de Roig se llama “Ética del poder y moralidad de la protesta” y el planteamiento se puede resumir así: frente a lo opresivo de una ética “objetiva” hay que plantar cara con una moralidad “subjetiva” y por lo tanto múltiple y libre.

Uno se puede preguntar, ¿pero hay valores sólidos e inamovibles o todo es relativo y líquido? La respuesta es: la vida es el único valor sólido y real. Bajo esa perspectiva, todo lo que atente contra la vida no es aceptable. Y viceversa.

La ética del poder casi siempre es opresiva y mortífera. Termina, por asesinar lo que toca. Tomemos como ejemplo, lo que hace el Secretario de Comunicación de este Gobierno y su aparato de propaganda. ¿Qué sucede cuando se declaran poseedores y guardianes de una verdad absoluta que es la verdad oficial? Pues, están matando la posibilidad de que existan otras verdades y por lo tanto castrando la posibilidad de un genuino debate democrático. ¿Qué cabe frente a eso? Obviamente, la irreverencia, la protesta, el desacato. Mirar a los ojos del Rey directamente, aunque eso sea considerado una ofensa gravísima.

El periodismo actual debe ser irreverente o no existe. Y además, debe considerarlo como su imperativo ético central. Es la única forma de salvaguardar la vida, aunque al poder no les guste. Hoy en día ser irreverente puede ser simplemente informar sobre un derrame petrolero, la lucha por el agua de las comunidades indígenas, el gran fiasco del aeropuerto de Tababela, develar la corrupción oculta, denunciar la masacre -negada por el poder- de pueblos no contactados…

Irreverente es lo que hace, para poner un ejemplo, Jorge Lanata. Porque, además, es legítimo llamar hijos de puta a quienes aparte de robarse las instituciones democráticas gritan a los otros “¡golpistas!” para llevarse cómodamente el botín. 

jueves, 5 de septiembre de 2013

Con el dedo en alto




El incidente entre el cantautor Jaime Guevara y el Presidente puede quedar reducido a una disputa de si el Presidente dijo la verdad al llamarle borracho, marihuanero o si el testimonio de vida austera, abstenía y comprometida que ha dado "El Chamo" en sus 58 vueltas por la vida son aval suficiente para saber que el Presidente se equivocó y entonces debe rectificar, como ha ofrecido. Aunque no disculparse, porque "este tipo no merece disculpas", como anunció el Mandatario en el conversatorio de los martes con los medios en Guayaquil.

A Jaime Guevara como persona se la ha causado un enorme daño en su honra. Y eso no es un asunto menor. Porque los insultos se repitieron en el enlace presidencial del sábado que es transmitido por radio y TV hasta en el último caserío del país. Las palabras del Presidente fueron incluso más insultantes aquí: Ese pobre hombre no se podía parar de lo borracho que estaba. Hablaba incoherencias. Es drogadicto. Llevaba una droguería encima y para confirmarlo muestra el parte del jefe de la Guardia Presidencial.

Los hechos hasta ahí ya espeluznan, más aún si anotamos que no es la primera vez que sucede algo así y ante un insulto o una seña lanzada al paso de la caravana presidencial, varios ciudadanos han sido maltratados con anterioridad.

Por eso digo, que el problema aquí no es, sí tal ciudadano consume alcohol o incluso drogas. Eso es problema de cada persona y es parte de sus opciones personales, que a estas alturas, con dosis personal, esto es caer en un juego con una moralina impresentable.

 Lo que deberíamos preguntarnos es qué clase de sociedad estamos construyendo dónde el Presidente de la República no soporta y actúa con sus propias manos al menor gesto de protesta e irreverencia ante el poder que representa. ¿Qué representa el dedazo o la bayoneta en alto como lo llama Jaime Guevara? No es un insulto personal. Estoy seguro que Jaime Guevara no tiene nada personal y ni siquiera se deben conocer personalmente con el Señor Correa.  Pero, ya el Presidente anunció que “mientras él sea Presidente, no permitirá que nadie le muestre el dedo”… Un anunció que parece sacado de las películas de Sacha Baron Cohen.

Lo que hizo el Cantautor es expresar su rechazo y su protesta. Y en una democracia tenemos el derecho a hacerlo. Ante el gesto, el Primer Mandatario detiene la caravana presidencial con militares y policías que lo custodian y va a castigar al irreverente, lo cual, incluye la posterior difamación pública del “malcriadito”.


Pero la intolerancia ya es un mantra en el oficialismo. “Nadie puede insultar al Presidente” clamaba un asambleísta de PAIS con quien compartí un panel en una radio. Sin que me diera tiempo a explicar que un mandatario democrático tiene que aguantar porque debe someterse al escrutinio público, porque al ejercer el poder tiene la protección del Estado, porque puede responder fácilmente cualquier expresión que considere injuriosa. ¿Un ciudadano que tiene? ¿La bolsa del pan? Otra asambleísta se indigno porque se les dijo que tenían actitudes antidemocráticas y tronó: “No vamos a permitir ni aquí ni en ningún lado que nos digan antidemocráticos”